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el periodico de saltillo
Edición No. 300, febrero 2014


Los tres mitos que frenan el progreso de los pobres según
Bill Gates


bill gates

Carlos Alfredo Dávila Aguilar.

“Para el 2035, casi no quedará ningún país pobre en el mundo” Bill Gates.

Hace unos días se publicó la carta anual de la Fundación Bill y Melinda Gates redactada por Bill Gates. La idea de este artículo no es criticar con saña los esfuerzos de un hombre (que me parecen esfuerzos honestos) por hacer de este mundo un lugar mejor desde su visión del mundo. Sin embargo, hacer esta crítica es relevante porque dicha visión (compartida a grandes rasgos por muchos más) contiene ideas y nociones que podrían estarnos alejando de resolver los problemas de fondo que producen la miseria en el mundo; mientras nos enfocamos en los síntomas, el estado de cosas enfermizo que los produce sigue inalterado.

En su carta, Gates plantea 3 mitos a desmentir: Primero, los países pobres están condenados a seguir siendo pobres; segundo, la ayuda exterior es un despilfarro; por último, salvar vidas contribuye a la sobrepoblación. Es difícil no estar de acuerdo con que estas tres sentencias o “mitos” son falsos, más aún, son completamente insostenibles. Lo interesante aquí es la argumentación que Gates hace para desmentir el primer mito, y la interpretación de la problemática mundial que se sugiere a través de esta argumentación; una verdadera construcción ideológica que sería sano identificar como tal.

Gates comienza extrañándose de que haya personas preocupadas por un supuesto aumento de la pobreza en el mundo, críticos de la globalización, etc. mientras que en realidad, las economías de la gran mayoría de los países del mundo han crecido considerablemente durante las últimas décadas. Como prueba de ello, Gates contrasta la disparidad en cuanto al PIB de los países industrializados en los 60’ respecto a los países subdesarrollados, con la brecha mucho menor que los separa actualmente, lo cual es cierto. Desde los 60’ hasta la fecha la mayoría de países “en vías de desarrollo” han visto aumentado su PIB y la brecha es mucho menor, salvo por los países que han quedado completamente subdesarrollados.

Sin embargo esto nada tiene que ver con la calidad de vida de la gente. Tendemos a asumir que el crecimiento en el PIB de un país, significa que las personas en dicho país viven mejor. Gates parte de esta premisa, al argumentar constantemente una supuesta mejor calidad de vida en base a un mayor “ingreso per cápita” (término con el que se refiere al PIB per cápita). Sin embargo, el PIB per cápita poco tiene que ver con los ingresos reales promedio en un país. Por ejemplo, en México el PIB per cápita es de 10,689 dólares, sin embargo, el ingreso real promedio de un mexicano no llega a los 6,000 pesos mensuales.

Casi toda la argumentación de Gates sobre el primer mito se derrumba cuando corregimos esa asociación falaz entre PIB per cápita, y el ingreso real promedio. En una nota al comienzo de la carta establece esta asociación: ”El cálculo del PIB es una ciencia inexacta, con mucho lugar para el error y las discrepancias. En pro de la uniformidad, a lo largo de este mensaje me referiré a los datos de PIB per cápita de la Penn World Table, ajustados a la inflación en dólares de 2005. Y, para simplificar las cosas, lo llamaré ingresos per cápita” Como hemos señalado, esta “simplificación” es engañosa y dista mucho de ser válida.

Cuando hablamos del crecimiento de la economía de un país en términos del PIB, lo que no se percibe a simple vista, es que lo que se está contabilizando son las operaciones de empresas que pueden o no ser de capital nacional, y que por lo tanto sus ganancias pueden o no quedarse en el país. En el caso de los países subdesarrollados, la mayor parte de las empresas que operan en su territorio (y las más redituables) son de capital extranjero; las ganancias se van y sólo quedan los bajos salarios que pagan a sus trabajadores.

El PIB de la economía de un país no nos dice nada en cuanto a cómo se está distribu- yendo la riqueza; hacer una relación entre el aumento en el PIB de una economía nacional, y un aumento eventual en la calidad de vida de su población, es inaceptablemente superficial.

Los países pobres no están necesariamente condenados a ser pobres, sin embargo, el sistema mundializado de la economía actual establece ciertos roles para los países (lo que los economistas llaman “ventajas competitivas”). El rol de los países subdesarrollados suele ser el de suministro de mano de obra barata (como México). Gates lanza el lugar común de que basta un aumento en la educación, y la gente de estos países saldrá de la pobreza: “La mano de obra de estos países, fortalecida gracias a una mejor educación, atraerá nuevas inversiones”

Pero el nivel de educación no se correlaciona directamente con un aumento en el salario efectivo que perciben los trabajadores, o con las tasas de ocupación. Volteemos ahora de los países subdesarrollados a Europa, y veamos cómo a pesar de altos niveles educativos, estos países atraviesan por gravísimas crisis de desempleo. Cuando uno ve la imagen completa, la relación entre ambas situaciones se hace visible: A pesar del alto nivel educativo de los países europeos, a raíz de la liberalización de la economía mundial, las empresas han migrado a los países subdesarrollados para buscar mano de obra barata, dejando altos índices de desempleo en sus propios países.

Esto, aunque podría parecer positivo para los países receptores de inversión, no lo es cuando uno mira más allá de la superficie. En México, por ejemplo, los niveles de pobreza han pasado de un 40% a principios de los 70’, a un 60% en 2012 según las cifras oficiales.

Siempre es tentador ser optimista, aún más en las situaciones difíciles. También es una posición cómoda; todo el mundo recibe con gusto al que nos dice lo que todos queremos escuchar. Ante esto, sería bueno recordar lo dicho por Henry David Thoreau: “Antes que amor, dinero, fe, fama y justicia, dame la verdad”.

Aquí el enlace a la carta completa de Gates: http://annualletter.gatesfoundation.org/es#section=home

 
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